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¿Por qué mi hijo muerde, pega o se golpea?, (Y qué podemos hacer los padres sin perder la paciencia... ni la cabeza)(1)

  • Foto del escritor: JOSE ANGEL BILBAO SUSTACHA
    JOSE ANGEL BILBAO SUSTACHA
  • 20 jun
  • 3 Min. de lectura

(Y qué podemos hacer los padres sin perder la paciencia... ni la cabeza)


Sabes que tu hijo no es malo. Sabes que no lo hace con mala intención. Pero un día te suelta un mordisco. Otro, le atiza al hermanito. Y al siguiente, decide que la mejor forma de canalizar su enfado es golpearse la cabeza contra la pared porque tú —criminal reincidente— has osado decirle “no.”

Y entonces, aparece inevitablemente esa pregunta en tu mente parental:

“¿Por qué hace esto? ¿Estaré fallando? ¿Es esto normal?”

La respuesta, para tu alivio, es mucho más tranquilizadora (y compleja) de lo que parece:

👉 No es maldad. Es inmadurez emocional.

🧠 El cerebro infantil: mucho corazón, pocos frenos

Para entender por qué ocurren estas conductas, tenemos que asomarnos al fascinante (y caótico) universo del cerebro infantil:

  • Los niños pequeños tienen un sistema emocional hiperreactivo.

  • Las emociones surgen como tormentas tropicales: rápidas, intensas y sin previo aviso.

  • Pero la parte del cerebro encargada de gestionar esas emociones (la corteza prefrontal) está todavía… en obras.

👉 Sienten mucho más de lo que pueden regular.

Por eso, cuando:

  • Se frustran, la emoción los desborda como un tsunami.

  • Se enfadan, el cuerpo reacciona antes que el juicio.

  • Quieren algo y no lo consiguen, la espera les parece una tortura medieval.

Digámoslo así: tienen un Ferrari emocional con frenos de patinete.Y no es que no sepan portarse bien... es que aún no saben regularse.

🎯 No lo hacen para fastidiar. Lo hacen porque no saben hacerlo de otra forma (todavía).

No hay malicia detrás. No quieren amargarte el día ni ganarse una reprimenda. Lo que hay es un cerebro aún en desarrollo, intentando descifrar el mundo mientras gestiona emociones XXL con herramientas infantiles.

Y en ese proceso… la lían. Con razón.

🤯 ¿Por qué aparecen estas conductas?

Vamos al detalle según la “modalidad”:

🔸 Morder

  • Frustración sin salida verbal.

  • Exploración oral normal.

  • Impulso emocional incontrolado.

  • Falta de recursos para decir: “¡basta ya!”

🔸 Pegar

  • Descarga rápida de rabia.

  • Defensa en conflictos.

  • Imitación de lo que ve (ojo con los modelos).

🔸 Golpearse o autolesionarse

  • Intento desorganizado de regular una rabia brutal.

  • Necesidad sensorial intensa.

  • Ansiedad sin canal.

🔸 Rabietas XXL

  • Tolerancia a la frustración en mínimos históricos.

  • Sobrecarga emocional acumulada.

  • Dificultad para poner en palabras lo que sienten.

🔸 Desafío y desobediencia

  • Necesidad creciente de autonomía.

  • Búsqueda de límites (aunque no lo parezca, los necesitan).

  • Poca flexibilidad mental: no saben cambiar de plan.

🔸 Destrucción de objetos

  • Descarga física de emociones.

  • Estimulación visual o sonora como forma de regularse.

🚩 ¿Cuándo debemos preocuparnos?

  • Si las conductas son muy frecuentes o intensas.

  • Si no mejoran con el tiempo.

  • Si provocan daño físico o interfieren en la vida diaria.

  • Si los padres sienten que ya no saben qué hacer.

¿Y qué podemos hacer los adultos?

Aquí va la caja de herramientas (sin martillos, con mucha contención):

1️⃣ Entender antes que castigar

Primero se comprende la emoción, luego se pone el límite. No es un niño malo: es un cerebro que aún no sabe regularse.

2️⃣ Límites firmes y coherentes

Normas claras. Repetidas con calma. Aplicadas con constancia.

3️⃣ Validar la emoción, corregir la conducta

“Entiendo que estés enfadado… pero no se pega.”(Sí se puede ser firme sin gritar.)

4️⃣ Anticiparse

Evitar el hambre, el sueño, los cambios bruscos de actividad. Las transiciones suaves son tus mejores aliadas.

5️⃣ Ofrecer alternativas

  • Nombrar emociones (“estás frustrado”).

  • Abrazos que contienen.

  • Respirar juntos.

  • Crear un rincón de calma en casa.

6️⃣ No reforzar el desborde

  • Evitar gritar.

  • No negociar en medio de una rabieta monumental.

  • No entrar en batallas de poder (nadie gana ahí).

7️⃣ Pedir ayuda cuando es necesario

Si la situación te sobrepasa, acude a un profesional. Pedir apoyo no es fracaso, es prevención inteligente.

🔑 Recordatorio final de tu pediatra de cabecera:

Esto no va de mal comportamiento. Va de una competencia que aún no ha madurado. Y, como todo en desarrollo infantil, la autorregulación se aprende.

Cada rabieta, cada mordisco, cada “NO” furioso es una oportunidad para guiar, educar y acompañar emocionalmente.

👉 Porque tu hijo no necesita castigos: te necesita a ti, como modelo, regulador y refugio.

Berrinches, sí. Abrazos, también. Y mucha paciencia, siempre.

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