“¿Está llorando?” — Crónicas del que duerme como un tronco mientras tú corres descalza por el pasillo
- JOSE ANGEL BILBAO SUSTACHA
- 3 jul
- 4 Min. de lectura

Hoy vamos a dar respuesta a una consulta que me hizo Sofía, una madre de esas que no se anda con rodeos:
"¿Por qué yo me despierto en cuanto el niño llora y mi marido ni se inmuta? ¿Soy la única o esto le pasa a más gente?"
Spoiler: no, Sofía, no eres la única. Y no, no es que tu pareja no quiera —es que tu cuerpo, tu cerebro y tu sistema de apego están operando en otra frecuencia. Vamos a hablar de eso, del vínculo con el bebé, del apego con la pareja… y de por qué no puedes desconectar del todo (ni aunque estés en una cena con risotto y vino blanco).
🧠 Vínculo y apego: no son lo mismo, pero siempre van en pareja (como tú antes de tener hijos)
El vínculo es esa conexión emocional que se construye con la experiencia, la piel, la mirada y la historia compartida. Con tu bebé. Con tu pareja. Con quien elijas amar y cuidar.
El apego, en cambio, es un sistema neurobiológico de alerta. Se activa cuando esa figura significativa no está, se aleja, no responde o cambia el patrón esperado. Su función no es emocional (aunque duela): es protectora. Es la alarma que avisa que algo puede peligrar.
📌 Con tu bebé, el vínculo se teje desde dentro (literalmente), y el apego se activa en cuanto sospechas que algo no está bajo control. Como por ejemplo… el silencio. El silencio absoluto. ¿Por qué no llora? ¿Estará respirando?
📌 Con tu pareja, también hay vínculo. Y también apego. Aunque a veces ese sistema se expresa con cosas como:
“No me ha contestado al WhatsApp desde hace 45 minutos… ¿se ha muerto?”Spoiler: está viendo TikTok's en el baño.
🌙 “¿Por qué me despierto yo siempre antes que él?”
No es magia. Es neurobiología y desigual reparto de responsabilidades. Durante el embarazo y el posparto, el cerebro de la madre cambia (¡y cómo!). Se activa especialmente en las zonas que procesan el llanto, la empatía, la vigilancia.
Así que sí: tú oyes antes, sientes antes y te levantas antes.
Él también puede hacerlo. Pero no viene con el radar instalado de serie. A veces necesita actualización. O un leve empujón. O un codazo. O una bofetada suave de cariño.
🍼 “Nos fuimos a cenar por primera vez y no pude disfrutar”

Apego en estado puro. Dejas al niño con la canguro (o tus padres, que lo quieren muchísimo… a su manera). Llegas al restaurante. Pides vino. Sonríes. Y al tercer bocado de risotto ya estás mirando el móvil como si fuera un monitor de UCI.
No es que no confíes. Es que tu cuerpo aún no lo sabe.
El apego es como el Wi-Fi emocional: te sigue conectado, aunque estés a kilómetros. Y sí, a veces la señal se vuelve inestable. Y sí, el cuerpo se relaja cuando mandas un mensaje y te dicen: “todo bien”.
❤️ “¿Dónde estás? ¿Por qué no contestas?”
Ejemplo clásico de apego adulto:
El bebé duerme. Son las 21:47. Tu pareja no ha llegado aún. Le escribiste a las 21:15: “¿todo bien?”. Silencio. A las 21:48, ya has ensayado el funeral en tu cabeza. A las 21:49, entra por la puerta y tú le dices: “¿te habían secuestrado?”
Eso es apego. No paranoia.
Tu cuerpo detectó la ausencia de respuesta de una figura de seguridad y se activó. Como cuando no encuentras el mando de la tele… pero con más cortisol y más drama.
🧘♀️ Entonces, ¿qué hago con este apego hiperactivo que tengo?
No se trata de apagarlo, sino de entenderlo y redistribuirlo. Algunas sugerencias prácticas (y realistas):
Reeduca el radar compartiéndolo. Que tu pareja se levante algunas noches. O al menos finja bien.
Pon en palabras lo que sientes. Porque tu cuerpo lo expresa con nudos, miradas y ataques de sarcasmo.
Haz ensayos de separación. Sal, deja al bebé. Vuelve. Tu cuerpo irá aprendiendo que todo sigue en pie.
Y sobre todo, duerme. Si puedes, cuando puedas, y con tapones si hace falta.
🔄 Cuanto más vínculo con el bebé… ¿menos con la pareja?
Es normal que muchas madres, especialmente en los primeros meses (o años), sientan que su energía emocional está completamente volcada en el bebé. Y sí, eso puede afectar el vínculo y el apego con la pareja. Pero no es culpa de nadie. Es una redistribución biológica, emocional y temporal del foco.
Cuanto más intensa es la conexión con el bebé —por necesidad, por lactancia, por carga mental o física—, más fácil es que la relación de pareja quede en segundo plano.
No porque ya no ames. Sino porque tu sistema de apego ha reenfocado su prioridad de supervivencia.
Antes era tu pareja. Ahora es tu cría. Y tu cuerpo lo sabe.
Pero eso no significa que el vínculo de pareja se pierda, sino que está en pausa, en segundo plano, a la espera de ser cuidado de nuevo.
👉 Validarse mutuamente. No competir por quién cuida más. Escucharse sin juicio.👉 Compartir el cuidado. Porque solo así compartes también la experiencia emocional.👉 Volver a tocarse. No solo cuando hay deseo. A veces basta con acariciar la espalda mientras friega los platos. 👉 Volver a hablar como adultos. Y no solo de cacas, chupetes y percentiles.
Porque el cuerpo que cuida no solo necesita dormir. También necesita que lo quieran. Y que le digan: “Gracias, por tanto. Yo también estoy aquí.”
🧾 Reflexión final (sí, de esas que cierran con clase)
El apego no es una debilidad. Es una brújula. Te orienta hacia lo importante: ese bebé que amas, esa pareja con la que construyes, ese cuerpo que cuida antes de que te dé tiempo a pensar.
Y si alguna noche te encuentras sola en el pasillo, en calcetines, con el bebé en brazos y un “¿estaba llorando?” de fondo…Piensa que ese cuerpo que se despierta, que se activa, que se preocupa…
También merece descanso.
También merece cuidado.
También merece que alguien lo abrace y le diga:“Gracias. Ahora duermo yo.”
Comments