El error en la infancia: cuando equivocarse enseña… y cuando deja de hacerlo
- JOSE ANGEL BILBAO SUSTACHA
- hace 16 minutos
- 4 Min. de lectura
No tienes tiempo... Te lo resumo:
El error en la infancia

Equivocarse no es fracasar: "el error puede ser un bache que enseña o una tumba que bloquea, según cómo reaccionen los adultos" (Mario Alonso Puig).
Los niños no aprenden del error si sienten culpa; aprenden cuando el foco está en la conducta, no en quiénes son.
La mentalidad de crecimiento (Carol Dweck) se construye cuando el niño entiende que las habilidades se entrenan y que equivocarse forma parte del proceso.
Un error no define la inteligencia: fallar en un área no invalida otras capacidades (Inteligencias Múltiples de Howard Gardner).
La frase “podría hacerlo mejor, pero no quiere” suele ocultar miedo, frustración o inseguridad, no falta de capacidad.
Pedir más esfuerzo sin seguridad emocional no educa; genera bloqueo y evitación.
Los niños aprenden mejor cuando se sienten seguros equivocándose y acompañados en el proceso.
Idea clave: educar no va de evitar errores, sino de enseñar a atravesarlos sin romper la autoestima.
Hay un momento en la crianza en el que el error deja de ser una anécdota —un dibujo torcido, una suma mal hecha, unos cordones que no salen— y empieza a pesar más de la cuenta.
No porque el error cambie.Sino porque cambia la forma en la que lo miramos los adultos.
Y eso, en la infancia, lo cambia todo.
Error no es fracaso (aunque muchas veces lo tratemos como tal)
Mario Alonso Puig lo explica con una imagen muy clara: el error puede ser un bache o puede convertirse en una tumba.
Un bache se supera: molesta, frena, pero permite seguir.
Una tumba paraliza: ahí se acaba el camino.
En los niños, esa diferencia no la decide el niño. La decide la reacción del adulto.
Cuando un niño se equivoca y recibe:
críticas constantes
reproches
comparaciones
o gestos de decepción
el mensaje que aprende no es “esto lo puedo mejorar”, sino:
“Equivocarme dice algo malo sobre mí.”
Y ahí el error deja de enseñar.
Culpa o aprendizaje: dos caminos muy distintos
Desde la psicología infantil sabemos que no es lo mismo corregir una conducta que atacar la identidad.
Culpa:“Soy malo”, “Siempre lo hago mal”, “Nunca aprendo”.
Aprendizaje:“Esto no ha salido”, “Lo intentaré distinto”, “Todavía no”.
Cuando el niño se queda en la culpa:
baja la autoestima
aparece el miedo a intentar
surge el perfeccionismo o el abandono
Cuando se queda en el aprendizaje:
aumenta la responsabilidad
mejora la tolerancia a la frustración
se atreve a probar de nuevo
No es un matiz menor. Es salud mental en construcción.
La mentalidad de crecimiento: lo que Carol Dweck puso nombre
La psicóloga Carol Dweck habló de algo que en consulta vemos a diario:los niños no solo aprenden contenidos, aprenden qué pensar de sí mismos cuando fallan.
Mentalidad fija
El niño cree que:
“Si me cuesta, no valgo”
“Si fallo, es que no soy capaz”
“Mejor no intentarlo”
Mentalidad de crecimiento
El niño aprende que:
las habilidades se entrenan
equivocarse forma parte del camino
el esfuerzo tiene sentido
Y esto no se enseña con frases bonitas, sino con experiencias repetidas de error acompañado.
Aquí entra Gardner: no todos fallan en lo mismo
La teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner aporta una clave fundamental:
👉 Un error no define la inteligencia de un niño.
Un niño puede:
fallar en matemáticas
bloquearse en lectura
no rendir en exámenes escritos
Y, aun así, tener una inteligencia:
corporal
visual
interpersonal
creativa
naturalista
Cuando entendemos esto, el error deja de ser una etiqueta y pasa a ser una señal de ajuste:
“Este no es su canal fuerte… todavía.”
Y entonces aparece la frase: “Podría estudiar más, pero no quiere”
Hay una frase que se repite muchísimo en las familias:
“Capacidad tiene, pero no quiere.”
Es una frase comprensible.Pero también es una de las más peligrosas si no se revisa.
¿Por qué tranquiliza tanto a los padres?
Porque pensar que “no quiere” es más fácil que preguntarse:
¿Le da miedo equivocarse?
¿Está frustrado?
¿Se siente suficiente?
¿Le hemos convertido el error en una tumba?
Decir “no quiere” protege al adulto de la impotencia.Pero no ayuda al niño.
Capacidad no es lo mismo que disponibilidad emocional
Desde la pediatría del desarrollo lo vemos claro:
Un niño puede tener capacidad cognitiva suficiente y, aun así:
bloquearse
evitar
rendirse antes de empezar
No porque sea vago.Sino porque no se siente seguro fallando.
Cuando cada error confirma:
“Podrías hacerlo mejor”
el niño deja de aprender y empieza a defenderse.

El esfuerzo sin sentido no educa
Pedir más esfuerzo sin revisar el contexto suele generar:
más conflictos en casa
más distancia emocional
menos aprendizaje real
El esfuerzo sano necesita:
seguridad emocional
sentido
margen para equivocarse
Si no, el niño no aprende a esforzarse.Aprende a sobrevivir a la exigencia.
Lo que sí ayuda (y mucho)
Desde la psicología y la pediatría, hay claves claras:
separar al niño de su conducta
normalizar el error en casa
evitar comparaciones
reforzar el proceso, no solo el resultado
permitir frustrarse sin rescatar siempre
y, sobre todo, modelar
Porque los niños no hacen lo que les decimos.Hacen lo que nos ven hacer.
Conclusion
Quizá la pregunta no sea:
“¿Por qué no quiere estudiar más?”
Sino:
“¿Cuándo dejó de sentirse seguro equivocándose?”
Porque ningún niño aprende bien en un lugar donde equivocarse duele.
Y educar no va de evitar errores. Va de enseñar a atravesarlos sin romperse por dentro.