Sexo, comida, wifi y ropa limpia: ¿estamos facilitando demasiado o educando en confianza?
- JOSE ANGEL BILBAO SUSTACHA
- 22 may
- 7 Min. de lectura

Estás recogiendo la cocina cuando Jordi, 16 años, entra con cara de quien tiene algo importante que decir pero lo suelta como quien comenta el tiempo:—Mamá, Laia se va a quedar a dormir el finde. He pensado que es mejor decírtelo que no enterarte por la mañana.”
Tu cerebro tarda tres segundos en reaccionar. Luego, te preguntas si te han metido en una escena de Netflix sin avisarte.Antes de articular palabra, Jordi remata:—Y el finde siguiente duermo yo en casa de ella. Es puente. Así equilibramos.
¿Así equilibramos? ¿Esto es una relación adolescente o un intercambio diplomático?
👨❤️👨 ...y si la pareja es del mismo género?
Estás preparando la cena cuando Jordi, sin levantar mucho la voz pero con decisión milimétrica, lanza:—He pensado que Manel se quede a dormir este finde en casa. Y con toda la calma del mundo, te lanza la bomba sin anestesia:—Y el finde siguiente voy yo al suyo. Lo hemos hablado. Queremos hacerlo con normalidad.
Y ahí estás tú, mirando la nevera abierta y preguntándote si esto es madurez o si estás a punto de abrir uno de los grandes melones de tu carrera como madre.
Y ahí empieza todo.El dilema.¿Permitirlo? ¿Negarse? ¿Negociar?¿Estás acompañando un proceso o gestionando un hotel con todo incluido para adolescentes emocionalmente activos?Sexo, comida, wifi, ropa limpia y la sensación de que el mundo va más rápido de lo que te da tiempo a procesar. ¿Permitimos esto? ¿Estamos convirtiendo nuestra casa en un hotel donde pueden tener sexo, comida, bebida y ropa limpia sin límites?
Perspectiva psicológica: Madurez emocional, confianza y educación sexual
La adolescencia es una etapa de exploración y descubrimiento, donde el desarrollo emocional y sexual cobra un papel fundamental. Desde el punto de vista psicológico, la madurez emocional juega un papel clave para tomar decisiones responsables. Permitir que un adolescente duerma con su pareja en casa no es solo un acto de confianza, sino una oportunidad para hablar sobre sexualidad de manera abierta y natural. Educar en métodos anticonceptivos, prevención de infecciones de transmisión sexual (ITS) y consentimiento es parte de ese proceso.
Más allá de lo físico, está el vínculo emocional. Los padres pueden aprovechar esta ocasión para enseñar sobre relaciones saludables, respeto mutuo y la importancia de construir una relación basada en el cuidado y el apoyo mutuo.
Pero también hay que atender el lado emocional de los padres. No siempre es fácil ver cómo los hijos crecen, se enamoran, desean intimidad y empiezan a tomar decisiones que los alejan de esa infancia protegida. Sentimientos como el miedo, la inseguridad o incluso la tristeza pueden aflorar. Y no es una muestra de debilidad: es un reflejo del vínculo, del deseo de proteger, de seguir siendo referentes en un mundo que cambia muy rápido. Reconocer esos sentimientos ayuda a tomar decisiones más conscientes y menos reactivas.

Perspectiva familiar: Normas del hogar, respeto mutuo y límites claros
Pero claro, una casa no es un hotel, y eso es algo que los adolescentes deben entender. Permitirles esa libertad no significa que estén exentos de responsabilidades. Si quieren disfrutar de esa privacidad, deben también participar en las tareas del hogar, respetar las normas establecidas y contribuir al buen funcionamiento de la convivencia familiar. Establecer límites claros y expectativas razonables es fundamental para que no se genere esa sensación de “hotel gratuito”.
Por ejemplo:
Avisar con antelación sobre las visitas.
Colaborar en las tareas del hogar: limpieza, organización y cuidado de los espacios.
Mantener el respeto por los horarios y el descanso de los demás miembros de la familia.
El "porque lo digo yo": cuando las posiciones se enfrentan
En este debate sobre dormir en casa, surge inevitablemente el "porque lo digo yo" en ambos lados del diálogo. Por un lado, los padres pueden argumentar que no es el momento adecuado, que la casa tiene unas normas y que simplemente "porque lo digo yo", esa es la decisión final. Este tipo de afirmación puede ser interpretada como una medida de autoridad, un límite claro que establece la jerarquía y el respeto por las normas familiares. No obstante, si no se acompaña de una mínima explicación, puede resultar en una desconexión emocional con el adolescente.
Por otro lado, los adolescentes también utilizan el "porque yo quiero" como bandera de su autonomía emergente. En su búsqueda por explorar nuevas experiencias y fortalecer su independencia, es común que desafíen las reglas del hogar argumentando su derecho a decidir sobre su propia vida. Sin embargo, el "porque yo quiero" sin una base sólida de madurez y responsabilidad no es suficiente para cambiar las reglas establecidas.
Entonces, ¿cómo equilibrar ambos "porqués"? La respuesta está en el diálogo y en el establecimiento de normas claras y razonables. Explicar el porqué de las decisiones, aunque no siempre guste, genera una mayor comprensión y refuerza la relación de confianza. De igual manera, abrir espacio para que el adolescente exponga sus razones, aunque finalmente se mantenga la norma, fortalece su capacidad de argumentación y de gestión emocional.
Modelos educativos aplicados al caso
En el fondo de esta situación subyace un enfoque educativo. Dependiendo del modelo que predomine en cada hogar, la respuesta puede variar considerablemente:
Modelo autoritario: Los padres toman decisiones unilaterales, se espera obediencia sin cuestionamiento y la autoridad se impone. En este modelo, un "no" suele ir acompañado de un "porque lo digo yo", sin necesidad de diálogo. Aunque proporciona estructura, puede generar distanciamiento emocional y fomentar la rebeldía.
Modelo permisivo: Prima la libertad por encima de las normas. Los adolescentes tienen margen de decisión amplio, incluso cuando aún no han desarrollado las competencias necesarias para asumir ciertas responsabilidades. En este modelo, es fácil que el "porque yo quiero" del adolescente tenga más peso que cualquier norma establecida.
Modelo negligente: Existe una falta de implicación emocional y educativa. No hay normas claras, ni seguimiento, ni interés en los límites. Este estilo puede ser muy dañino, ya que deja al adolescente sin referentes ni contención.
Modelo democrático o autoritativo: Se basa en el diálogo, la escucha activa, y el establecimiento de límites firmes pero razonados. Es el modelo que mejor equilibra autonomía y estructura. Aquí, tanto el "porque yo quiero" como el "porque lo digo yo" se transforman en espacios de conversación, donde se busca comprensión mutua. Es un estilo que fomenta la responsabilidad, la confianza y la madurez progresiva.
En el contexto de permitir o no que una pareja adolescente duerma en casa, el modelo democrático permite abrir el melón con serenidad: se plantean normas, se escuchan razones, y se toman decisiones coherentes con los valores de la familia y el nivel de madurez del adolescente.
Perspectiva europea: estilos parentales y convivencia con la pareja adolescente
En Europa, la respuesta a si los adolescentes deben dormir o no con su pareja en casa varía considerablemente según la cultura y el modelo educativo dominante:
1. Países Bajos: modelo abierto y dialogante
Aproximadamente dos tercios de los padres neerlandeses permiten los "sleepovers" entre parejas adolescentes de 16-17 años. Este enfoque parte de una visión que normaliza la sexualidad como parte del desarrollo y se apoya en la educación sexual rigurosa y la confianza en la autorregulación de los jóvenes. El resultado es un entorno de diálogo, baja incidencia de embarazos adolescentes y una vivencia más saludable de la intimidad.
2. Reino Unido y países más conservadores
En países como Reino Unido, la mayoría de los padres no permiten ni siquiera que la puerta esté cerrada cuando su hijo/a está con la pareja. Predomina una postura más tradicional que pone el foco en el control y la vigilancia, con menor énfasis en el diálogo afectivo.
3. España y Portugal: entre el afecto y la disciplina
En el sur de Europa, los estilos parentales combinan afecto y normas claras. En España predomina el modelo autoritativo (~74 %) y en Portugal el indulgente (~82 %). Las madres tienden a fomentar el diálogo en situaciones de cumplimiento, aunque la disciplina es más firme en casos de desobediencia.
4. Estudio comparativo: Grecia, Noruega, Polonia y Suiza
Un estudio sobre estilos educativos en estos países analizó la relación entre tres dimensiones (afecto, control y autonomía) y el bienestar adolescente.
Calidez emocional se asoció con mayor bienestar e individuación (capacidad de tomar decisiones personales sin sentirse culpable).
Control excesivo, como se observa más en Grecia y Polonia, disminuye el bienestar emocional.
Autonomía otorgada, presente sobre todo en Noruega y Suiza, se asoció con adolescentes emocionalmente seguros y maduros.
Desde la paidopsicología, esto demuestra que la combinación de afecto + autonomía + límites razonables es la fórmula más eficaz para promover la salud emocional adolescente.
Este enfoque tiene especial relevancia en el tema que nos ocupa: permitir o no que duerman con su pareja. La decisión debe tomarse considerando la madurez del adolescente, el estilo educativo de la familia y el objetivo de fortalecer una relación basada en el respeto, el acompañamiento y el crecimiento compartido.
¿Casa u hotel?: Mi Reflexión sobre la diferencia y cómo evitar esa percepción
Una idea clave que no podemos pasar por alto es que ese espacio de diálogo, confianza y vínculo emocional no se construye en la adolescencia: se empieza a forjar desde la infancia. La calidad de la relación que tenemos con nuestros hijos adolescentes es, en gran medida, el reflejo de las dinámicas que hemos cultivado desde mucho antes.
Muchas veces, la agenda familiar está tan sobrecargada de actividades extraescolares, deberes, rutinas y compromisos que apenas queda espacio para compartir momentos auténticos. Y sin esos momentos, es difícil establecer el tipo de vínculo que permite abordar conversaciones difíciles sin tensión o rechazo.
Aquí vale la pena mirar hacia el modelo danés ("hygge"), donde se prioriza la conexión familiar diaria, incluso con pequeños gestos: la cena juntos sin pantallas, tiempo para hablar sobre cómo ha ido el día, o simplemente estar disponibles emocionalmente. Estos espacios sencillos pero constantes son los que construyen la confianza para que, cuando llegue el momento de hablar sobre dormir con la pareja, no se parta desde la confrontación, sino desde la relación.
Crear ese clima no es una urgencia de la adolescencia: es un trabajo constante desde que son pequeños. Y aunque nunca es tarde para empezar, es mucho más fácil cuando se ha sembrado con tiempo.
La clave está en el equilibrio. Ofrecer un espacio seguro para que exploren su independencia, pero siempre bajo el marco de responsabilidad y respeto por las normas del hogar. No se trata de prohibir, sino de educar y acompañar en ese proceso de crecimiento. Y también de aceptar que acompañar no siempre significa estar de acuerdo, sino estar presentes emocionalmente, incluso en el conflicto.
¿Y tú qué piensas? ¿Deberían los padres permitir que sus hijos adolescentes duerman con sus parejas en casa? ¿Dónde está el límite entre confianza y permisividad? Abrimos el melón… ¡Te leemos en los comentarios!
Lo estamos pasando mal, mi hija y su novio ambos de 16 años duermen juntos en nuestra casa sin nuestro consentimiento… lo hemos discutido con mi hija pero no nos respeta….No sabemos cómo abordarlo y tampoco nos gustaría decirle que no venga su novio a casa.. El chico vive en otra ciudad y, como es normal viene cuando puede para verse y se queda unos dias. Como padre, me resulta difícil aceptar esta situación
Sí, y creo que no pasa nada. Son muy jóvenes, tienen 15 años, y es obvio que es una relación con fecha de caducidad, aunque ellos, ahora mismo, piensen que son el amor de la vida del otro. Pero sé, que si no les dejo dormir juntos y lo que ellos quieren es tener relaciones, buscarán otro momento y/o lugar. No van a dejar de hacerlo porque yo no les deje dormir en mi casa. Así que, sí. Tampoco es algo que ocurra todos los fines de semana, por ejemplo. Llevan juntos desde octubre, y han sido dos veces: una en casa del chico, y otra en mi casa. Las falimias estábamos de acuerdo, así que, solo nos queda confiar…