Cuando educar se convierte en un campo de batalla: los modelos de crianza y las dudas de hoy
- JOSE ANGEL BILBAO SUSTACHA
- 16 sept
- 5 Min. de lectura
No tienes tiempo: ¿Te lo resumo?
La llegada de un hijo no solo revoluciona la rutina: también revela los modelos de crianza que cada padre o madre lleva en su mochila. Hoy, con tanta información —desde los abuelos hasta los grupos de WhatsApp— los desacuerdos de pareja pueden intensificarse. No se trata de escoger el “modelo perfecto”, sino de encontrar coherencia y dirección compartida.

Introducción: el festival de los consejos
Cuando nace un hijo, lo que también se multiplica son las voces. De repente, tu maternidad o paternidad se convierte en una mesa redonda donde opinan todos: la abuela, la pediatra, el influencer de Instagram, la vecina del tercero y hasta el algoritmo de Google.
En medio de tanto ruido, los padres acaban preguntándose: ¿a quién escucho?, ¿a la tradición, a las redes sociales o a mi propio instinto?
La respuesta no es sencilla. Pero sí hay algo claro: todos los modelos de crianza tienen algo que aportar… y mucho que confundir.
La primera noche en casa con un recién nacido suele venir acompañada de un coro de voces:
La abuela: “No lo cojas tanto en brazos, que se malacostumbra”.
La tía: “Ponle miel en el chupete, que así se calma” (sí, todavía hay quien lo aconseja).
La amiga: “Yo hice BLW y me funcionó genial; nunca usé purés”.
El grupo de WhatsApp: “El mío ya duerme del tirón a los 3 meses, prueba el método Estivill”.
Y tú, que apenas recuerdas si desayunaste, piensas: ¿y ahora qué hago?
Cuando llega el segundo hijo: el fantasma de las comparaciones
Con el primero, todo era nuevo y cada decisión parecía definitiva. Con el segundo, ya no hay tanto miedo, pero aparece un nuevo invitado: la comparación con el mayor.
“Tu hermano dormía toda la noche a los 4 meses.”
“Con la mayor hicimos papillas y mira qué bien come.”
“Esta no gatea tan pronto como el otro.”
Las comparaciones, aunque naturales, siembran dudas y hacen que los padres se pregunten si están “fallando” o si deberían repetir (o cambiar) el método.
La escena que muchos reconocerán
Al principio todo parece sencillo: pañales, tomas, sueño. Pero en algún momento aparece la primera diferencia:
“Déjalo llorar, que se tiene que acostumbrar.”
“No, pobrecito, cogerlo en brazos le da seguridad.”
De pronto, lo que parecía un detalle se convierte en discusión. Y esa discusión ya no es sobre el bebé, sino sobre cómo educar.
Y mientras tanto, la pareja discute.
El problema no siempre es el modelo en sí, sino cómo se gestiona en pareja:
Uno prefiere el método “de toda la vida”.
Otro quiere aplicar lo que leyó en el último libro sobre disciplina positiva.
Y el niño, entre tanto, percibe la incoherencia más que la teoría.
La mochila de cada padre (y cada madre)
Cada adulto trae consigo la forma en que fue criado:
Muchos crecieron en modelos autoritarios, donde lo importante era obedecer y no “dar guerra”.
Otros vivieron estilos permisivos, con más libertad y menos reglas.
Y ahora nos encontramos con nuevas corrientes: Montessori, Disciplina Positiva, Mindfulness, Crianza Respetuosa.
Incluso los profesionales sanitarios se ven a veces atrapados: educados en el lenguaje del “castigo” o el “se hace porque lo digo yo”, y enfrentados ahora a familias que hablan de “límites”, “respeto” y “acompañamiento emocional”.
La era del exceso de información
Antes, los consejos venían de la abuela y del pediatra de toda la vida. Hoy, llegan de todas partes:
Grupos de WhatsApp del colegio.
Reels en Instagram con música de fondo y frases contundentes.
Blogs, influencers y expertos que defienden “el único método válido”.
El resultado es que muchos padres sienten que cualquier decisión puede ser equivocada.
“¿Si no hago colecho soy mala madre? ¿Si lo hago, lo malacostumbro?”“¿Necesito montar un espacio Montessori en casa para no quedarme atrás?”
La información, que debería empoderar, a menudo paraliza y genera culpa.
El supermercado de la crianza: tendencias educativas actuales
Además de los consejos familiares y digitales, hoy existe un auténtico supermercado de métodos y pedagogías. Pasillos llenos de etiquetas, promesas y manuales que compiten entre sí.
Algunas de las corrientes más conocidas:
Montessori: independencia, autodisciplina, materiales sensoriales.
Waldorf: creatividad, arte y naturaleza, con etapas de aprendizaje más pausadas.
Disciplina positiva: firmeza con amabilidad, enseñar en lugar de castigar.
Pikler: respeto al movimiento libre y al juego espontáneo.
Reggio Emilia: proyectos colaborativos, el ambiente como “tercer maestro”.
Crianza con apego: contacto piel con piel, lactancia prolongada, porteo, colecho.
Todas aportan piezas valiosas, pero ninguna es completa por sí sola. Y, como en un supermercado, llenar el carrito con todo no es posible ni saludable: cada familia debe elegir lo que encaja con sus valores y su realidad.
Cuando las dudas se convierten en trincheras
El problema no es solo la confusión, sino cómo esa confusión se instala en la pareja:
Uno se aferra al modelo “tradicional”.
El otro se agarra a la “disciplina positiva”. Y sin darse cuenta, la conversación ya no trata de lo que necesita el niño, sino de quién tiene razón.
El niño, por su parte, percibe más la tensión entre sus padres que la coherencia de las normas.
¿Qué hacer entonces? ¿A quién hago caso?
La respuesta final es simple, aunque a veces cueste creerlo:👉 A vosotros mismos.
Quizá la respuesta no sea elegir entre abuelas, Instagram o pedagogías de moda, sino aprender a filtrar y combinar:
De la tradición, rescatar el apoyo y la calma.
De lo digital, aprovechar ideas prácticas (con ojo crítico).
De la ciencia, tomar lo que está demostrado y adaptarlo a tu hijo.
Porque criar no es llenar un carrito de supermercado con métodos, sino cocinar tu propia receta: imperfecta, caótica a veces, pero auténtica.
No existe un manual único, pero sí algunas pistas:
Pocas reglas claras y compartidas: no hace falta tener veinte normas; basta con tres o cuatro coherentes y realistas.
Preguntarse juntos qué valores quieren transmitir: ¿respeto? ¿autonomía? ¿responsabilidad?
Aceptar que ningún modelo es perfecto: Montessori, positiva, tradicional… todas tienen algo que aportar.
Dudar está bien, culparse no: la información puede ser guía, pero no debería ser juez.
Buscar apoyo en profesionales actualizados: pediatras, psicólogos, educadores que integren la evidencia científica sin dogmatismos.
Cierre
La llegada de un hijo pone sobre la mesa mucho más que pañales y noches sin dormir: abre el debate sobre cómo educar y revela las huellas de nuestra propia infancia.
En tiempos de exceso de información, lo esencial no es ser “Montessori” o “tradicional”, sino encontrar como pareja un lenguaje común y coherente. Porque al final, los niños no necesitan padres perfectos ni expertos en teorías educativas: necesitan padres que se pongan de acuerdo, que los acompañen con afecto y que, a pesar de las dudas, caminen juntos en la misma dirección.
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