"Podría sacar mejores notas… pero no se esfuerza." “Siempre saca excelentes… y cuando no lo logra, se viene abajo”
- JOSE ANGEL BILBAO SUSTACHA
- 28 jun
- 4 Min. de lectura

Se acaba el curso escolar y vuestros hijos han recibido las calificaciones anuales. En consulta, en estas fechas (y también durante el resto del año) escuchamos frases como estas:
"Podría sacar mejores notas… pero no se esfuerza." "Es que no quiere estudiar."
Frases que parecen verdades sencillas, pero que muchas veces resumen demasiado. Etiquetas que, en lugar de ayudarnos a comprender lo que vive el niño o la niña, nos alejan de la verdadera pregunta: ¿qué está pasando?
En esta serie de microentradas, vamos a detenernos en estas frases para mirar más allá de su superficie. Porque a veces, lo que creemos que ayuda, duele. Y lo que parece un juicio, puede transformarse en acompañamiento si cambiamos la mirada.
Cuando decimos: “Podría sacar mejores notas… pero no se esfuerza”
🎬 La escena es habitual
Se entrega el boletín de notas. Hay calificaciones regulares. El adulto frunce el ceño, respira hondo y sentencia: "Podría sacar mejores notas... pero no se esfuerza."
A menudo dicha con frustración, otras con resignación, pero casi siempre con un peso emocional que no es neutro. Y lo que parece una observación objetiva, puede convertirse —sin querer— en una frase que duele.
🔍 ¿Qué hay detrás de esa frase?
Esta afirmación da por hecho que el niño tiene la capacidad, pero le falta voluntad. Que decide no esforzarse. Pero… ¿y si en realidad no supiera cómo hacerlo? ¿Y si tuviera miedo? ¿Y si su cerebro estuviera librando una batalla invisible?
La frase lo encierra en una etiqueta. Y como todas las etiquetas, define antes de comprender.
🧠 Lo que muchas veces no vemos
Tiene miedo al fracaso y prefiere evitar que fallar.
Está emocionalmente agotado por ansiedad, baja autoestima o exceso de presión.
Tiene una dificultad de aprendizaje no diagnosticada que desgasta su confianza.
Está desconectado del sistema escolar y no le encuentra sentido a lo que estudia.
No ha desarrollado estrategias de estudio porque nadie le enseñó.
En muchas ocasiones, lo que parece “falta de esfuerzo” es en realidad falta de recursos o de conexión emocional con el entorno de aprendizaje.
💬 ¿Y cómo lo vive él?
Cuando un niño escucha repetidamente que “no se esfuerza”, esa frase no le da herramientas, no le abre caminos. Le hace sentir insuficiente. Confirma su miedo. Y refuerza justo lo que el adulto quiere cambiar.
🧭 Cambiar la mirada, cambiar el impacto
En lugar de quedarnos en “no se esfuerza”, podemos preguntarnos:
¿Qué parte del proceso le cuesta más?
¿Se siente capaz?
¿Le interesa lo que aprende o solo sobrevive a las exigencias?
¿Qué necesita para atreverse a intentarlo?
La verdadera pregunta no es cuánto se esfuerza… sino qué le impide esforzarse.
🛠️ Como adultos, ¿qué podemos hacer?
Observar antes que juzgar.
Describir en vez de etiquetar: “Le cuesta concentrarse en esta asignatura, vamos a ver por qué.”
Ofrecer acompañamiento real: estudiar juntos, mostrar interés genuino, reconocer avances pequeños.
Reforzar el proceso, no solo el resultado.

🏅 Cuando decimos: “Siempre saca excelentes… y cuando no lo logra, se viene abajo”
🎬 La escena que casi no llama la atención
El boletín llega con sobresalientes, como siempre. Sonrisas, orgullo, celebración. Pero un día aparece un notable. Solo uno. Y entonces, quien nunca pareció preocuparse por estudiar… se derrumba. Llora. Se frustra. Se siente menos.
No lo esperábamos. Si va bien, ¿por qué ese bajón?
🧠 El perfeccionismo invisible
En consulta vemos niños y niñas que rinden por encima de la media y, sin embargo, viven en una tensión constante. No quieren hacerlo bien: quieren hacerlo perfecto. Y cuando no lo logran, no lo interpretan como un tropiezo… sino como un fallo personal.
🔍 ¿Qué puede haber detrás?
Autoexigencia excesiva, muchas veces internalizada desde muy pequeños.
Creencias rígidas: “Si no lo hago perfecto, no valgo.”
Miedo a decepcionar a los adultos.
Falta de tolerancia al error: lo viven como fracaso, no como parte del proceso.
Dificultad para identificar su valor más allá de los logros académicos.
💬 ¿Cómo lo vive él o ella?
Para estos niños, el éxito no es alivio, sino presión. Sienten que no pueden bajar la guardia. Que todo depende de esa nota. Y aunque por fuera parezcan seguros, por dentro pueden estar sosteniéndose con hilos muy finos.
🛤️ Cambiar la mirada también aquí
Cuando todo va bien, solemos pasar por alto que detrás de ese rendimiento puede haber:
Inseguridad camuflada.
Estrés silencioso.
Miedo a no encajar si no brillan.
Por eso, aunque “no haya problema”, conviene hacer preguntas igual:
¿Qué sientes cuando ves tus notas?
¿Qué significa para ti equivocarte?
¿Tienes miedo de no ser suficiente si algo no sale perfecto?
🛠️ Como adultos, ¿Qué podemos hacer?
Valorar el proceso más que el resultado: “Te vi trabajando con constancia, eso me alegra.”
Hablar abiertamente del error como parte inevitable del aprendizaje.
Cuidar nuestros elogios para que no giren solo en torno a los éxitos.
Nombrar con frecuencia que el amor y el orgullo no dependen de las calificaciones.
Acompañar los bajones sin minimizar (“¡Pero si es solo un 8!”) ni dramatizar.
🌱 Porque incluso lo que brilla, también necesita ser cuidado
Hay niños que sacan excelentes… y se rompen cuando no lo logran. No por debilidad, sino porque llevan tiempo cargando con una expectativa de perfección que nadie pidió… pero que ellos asumieron como suya.
Y ahí también, igual que en otros extremos, merecen ser vistos, comprendidos y liberados del peso innecesario de tener que hacerlo todo perfecto.
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